Parece ser que las manifestaciones plásticas que han ido articulando la noción de arte y las prácticas de archivo tienen como trasfondo una suerte de reposicionamiento de idea del hombre mismo y las prácticas que lo conforman. Recorrido, experiencia, acontecimiento, recuerdo; todas esas nociones son producto de un cambio en la percepción de qué es vivir (en) el mundo. De ese modo la vida como tránsito en una superficie heterogénea hace de quienes la experimentan un sujeto, a la par de determinado por los condicionamientos de su entorno, un personaje más o menos singular que, a través de su recorrido individual, vive, convive, entiende y aprehende el mundo de una manera específica. Manera similar a muchas, sin duda, pero también particular. Manera que corre, fluye, sube, baja, nada y vuela. Manera que tiene más que ver con una travesía y sus paradas, sus descansos, sus puntos de espera. Y es justo en esa espera, en esa reflexión, que producimos algo sea matérico o no matérico que más o menos sostiene, empuja y desenvuelve nuestra travesía. Camino, descanso, reflexiono, produzco, descanso, camino, camino, produzco, camino, reflexiono, descanso… Y así por un tiempo. De los cuatro, quizá el más concreto sea el producir en tanto trae a la luz o hace tangible un objeto ahí dado con posibilidad de estudio. Lo ahí dado, lo manifestado, visto como objeto de y para pensamiento se transforma en terminal, residuo, última instancia de un proceso complejo que la ha traído a lo visible, a lo decible. Pero también es estadio inicial de otro proceso, o punto de descanso de una travesía aún por descubrir, de algo que todavía no se deja decir.
El hombre como ser que recorre, descansa, reflexiona y hace, trae consigo una forma diferente de entenderse en el tiempo. Bajo este camino, la historia se configuraría como una especie de compendio de particularidades que, asentado a modo de capas o estratos, va jalando hacia el futuro desde el conjunto múltiple del pasado, de lo que ya ha acontecido a la vez que paralelamente, señala lo que está por venir. La comprensión del tiempo transformada yuxtapone presente, pasado y futuro, disolviendo y reforzando la tensión que los mantiene unidos. El presente podría transmutar, por tanto, en algo similar a la figura de un prendedor, broche o alfiler. Prendedor como artefacto que señala lo ya ocurrido y lo sostiene y proyecta, acaso sutilmente, acaso radicalmente, hacia lo que está por venir. Prendedor a modo de artefacto que posiciona un espacio distinto, antes no señalado pero no por eso menos vigente. Así, la figura del estudioso del paso del tiempo, del archivador -por mucho tiempo asociada a un personaje solitario y doblado hacia sí mismo- deviene señalador, productor de territorios en continuo movimiento, traslape, contacto.
El ejercicio planteado por “Archivo púrpura” engarza de una u otra manera con este paso del ser estabilizado y fijo al ser tránsito y movimiento. Ser que en sus momentos de descanso enuncia lo vivido en palabras e imágenes pese a desconocer dónde irán a parar en adelante. La apuesta de este ejercicio es, por tanto, ofrecer un recipiente temporal donde dar cuenta aquellos sucesos, experiencias, elementos, vivencias y demás acontecimientos en ocasiones dejados de lado aunque presentes en todo momento quizá con la finalidad de transformar lo venidero, darle sentido, permitir un arraigo y proyectar un futuro. Y todo al mismo tiempo.
_Jimena Ortíz Benitez